A la mínima
oportunidad surge el diablillo censor que llevamos cada uno escondido en lo más
hondo, se hace con los mandos de nuestra mente y torna en fiero cruzado que,
amparado en supuestos criterios morales, los que uno diga poseer, prohíbe con
saña todo aquello que vaya en contra de las ideas de cada uno. Censurar es una
tarea infinita, porque supone observarlo todo desde la restringida mirada de
quien eleva su sesgo a óptica obligada. No hay nada que pueda escapar a
semejante perspectiva, y al final el mundo entero debe ser censurado, en todos
sus ámbitos, para calmar el ansia de ese diablillo, convertido en el gran
dictador que, en el fondo, es.
Censurar
Lo que el viento se llevó en aras de la corrección política antirracial no
es sólo una estupidez, que también, sino un inmenso signo de incultura por
parte de quien ejercita la censura y quien la aplaude. Esa película podrá
gustar o no, ser alabada o soportada, cada uno podrá tener su criterio estético
al respecto, pero es una obra de arte creada en un momento dado bajo una visión
dada, y como tal refleja los condicionantes de las personas que, en su momento,
la crearon. Es así de simple y, a la vez, complejo. No es posible alterar el
pasado. La película observa con romanticismo el viejo sur, en el que la
esclavitud era el sistema económico imperante y el que le permitía ser
rentable, y eso es así porque en los años treinta mucha gente observaba con
nostalgia ese viejo sur, al igual que se bailaban algunos tipos de música como
el vals o el charlestón que hoy en día no suenan en las pistas de baile. Era
otra época y tenía otra visión de la vida. Podemos considerar que errónea,
atrasada, podemos opinar lo que nos parezca al respecto, pero la obra se hizo
en ese momento con su visión, y no podemos alterarla. Usar patrones
presentistas para juzgar el pasado es algo profundamente erróneo y egoísta, porque
presupone que toda la verdad es la que hemos creado en el momento presente, y
eso nos permite ver con superioridad a los que nos precedieron, y ese juego se
nos puede volver en contra en el futuro. ¿Cómo serán observados nuestros actos,
creaciones, visiones, dentro de, pongamos, medio siglo? ¿Se considerará a las
primeras décadas del siglo XXI como un lugar de avance social e intelectual o
serán vistas como un periodo oscurantista? No lo se, pero en todo caso cometería
el mismo error el futuro habitante del planeta si, optando por la visión
negativa, decide censurar obras creadas en estos años porque considere que no
se adaptan a la visión predominante en las futuras décadas de los setenta y
ochenta. Cada momento tiene su marco mental y en él se crean obras que, perdido
ese marco, deben ser explicadas y contextualizadas, pero no destruidas ni
escondidas para que no ofendan supuestas sensibilidades que son meras excusas
para ejercer el derecho a veto. Los nazis eran odiosos, sí. ¿Prohibimos por
ello todas las películas en las que aparezcan? ¿Hasta dónde extendemos el velo
de la corrección política para no ofender y limpiar el pasado? Se habló en un momento
dado de editar las películas antiguas para que los personajes no fumaran,
porque el tabaco es nocivo. La toxicidad de fumar es tan obvio como estúpido el
pensar que lo que se rodó cigarrillo en mano se puede entender sin él, o que
una alteración de una obra es esa obra, y no un pastiche artificial sometido a censura
por parte de un integrismo ciego.
El racismo se combate
luchando contra las políticas que, aquí y ahora, lo permiten, persiguiendo a
los que lo ejercen, y tomando medidas en nuestro mundo de hoy para que las
personas que tengan actitudes racistas sean castigadas. Y eso mismo para
cualquier tipo de política que deseemos llevar a cabo, pero es absurdo,
estúpido y peligroso empezar a catalogar las obras creadas en el pasado,
objetos que ya son fijos, en función de si cumplen ciertos estándares morales
presentes. Quienes deben cumplir la moral y la ley de hoy en día son las
personas que viven hoy en día. El pasado pasado está, y sus obras creadas lo
fueron. Convertir el arte en “degenerado” es algo que los nazis llevaron a su
más siniestra ejecución. Cuántos imitadores les surgen hoy en día a aquellos
siniestros personajes.
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