Nadie
duda de que esto del coronavirus nos va a provocar una gigantesca crisis
económica, distinta a las anteriores en su origen y desarrollo, pero devastadora
en cifras y consecuencias. Hacer vaticinios sobre cuánto va a durar y cómo se
va a salir es jugar a adivinos de los del oráculo de Delfos, cuyos mensajes
sólo se podían interpretar a posteriori. Puro chamanismo, cuando ni ahora mismo
estamos seguros de si los rebrotes van a dar al traste como la mínima temporada
de verano que teníamos pensado realizar. El comportamiento del virus, lo que
nosotros hagamos en lo personal y el desarrollo de la vacuna serán los
determinantes.
Pese
a ello hay organismos que están obligados a predecir, lo que en estos tiempos
es tirar unas cifras al aire y olvidarse de ellas, para dentro de tres meses
volver a tirarlas, más debajo de lo que se tiraron en la anterior ocasión. El
FMI es de los que así están obligados a actuar, y ayer presentó un nuevo cuadro
de perspectivas globales que es, la verdad, un cuadro. La economía global
caerá un 4,9% en este aciago 2020 y serán las áreas desarrolladas las que
experimenten los mayores retrocesos, con una zona euro que perderá el 10,2% del
PIB y dos países, Italia y España, a la cabeza de las economías más dañadas por
este siniestro, con derrumbes ambos del 12,8%, seguidos por el -12,5% de
Francia y el 10,2% de Reino Unido. Puede que estas cifras se aproximen a lo que
finalmente acabe sucediendo, o puede que se queden cortas, o lo menos probable,
pequen de exageradas, pero en todo caso describen un panorama desolador, en el
que la única nación que experimenta un crecimiento del PIB es China, con un
anémico 1%, pero que sabe a gloria bendita en comparación a lo que mostramos el
resto de naciones. Estas perspectivas tienen un supuesto de fondo que no se si
está explícito o no, y es que no habrá segunda ola, es decir, que los rebrotes
que vivimos no irán a más y que las economías tocaron fondo cuando decretaron
los cierres en primavera, y a partir de ahí el proceso de recuperación será
continuado, con altibajos, pero firme. No se apunta el FMI a una figura de la
crisis en forma de V en la zona euro, dado que estima que en 2021 esta área
crecerá un 6%, poco más de la mitad del derrumbe previsto, pero sí se apunta a
la V global dado que para ese 20201 pronostica un crecimiento del 5,4%,
espoleado por China, con subidas del 8%. Reitero, en este escenario la pandemia
estaría, económicamente, acabada ya, y en el año 2021 el efecto de la vacunación
sería la principal puerta para que la economía se recuperase con la vuelta a la
normalidad de muchísimos sectores de actividad, pero a día de hoy, ya finales
de junio, nada de eso se puede dar por seguro. Todos esperamos que las múltiples
vacunas que están en pruebas sirvan dentro de unos meses y otorguen inmunidad
por el tiempo suficiente como para que se pueda recomponer el tejido productivo,
pero hoy en día eso no existe, lo que existe son rebrotes, y las esperanzas de
que naciones como la nuestra puedan salvar algo de la temporada veraniega
empiezan a temblar a cada nuevo foco de contagio detectado. Que los tres países
europeos más afectados seamos Francia, Italia y España no es casualidad, sino
fruto de nuestra dependencia de un sector, el turismo, en el que somos los líderes
mundiales en visitas e ingresos, y que ha sido arrasado por el virus. Los
viajes de este verano van a ser muy escasos, y piense usted los que supone para
un país como el nuestro que los algo más de ochenta millones de turistas que
nos visitaron el año pasado no lo hagan este. Sectores enteros de actividad y
territorios completos del país viven del turismo, por no hablar de las cuentas
públicas. De ahí que en la foto del FMI salgamos destrozados. Y recuerden, todo
esto suponiendo que ya hemos dejado atrás lo peor.
La
verdad es que maldita la suerte que tenemos en este país con las crisis económicas.
La pasada nos pilló de pleno, con una gran burbuja inmobiliaria y con las tensiones
de la deuda soberana. Encontramos en la internacionalización y el turismo las
palancas con las que recomponer nuestra estructura y finanzas, y ahora el
coronavirus nos las ha quebrado, de momento. Tanta mala suerte no es por
casualidad, sino por las debilidades de nuestro modelo productivo, que
exacerban el daño que las crisis nos provoca. Y como no nos ponemos de acuerdo
ni para decir la hora del día como para soñar que alguna vez replanteemos algo
de ese modelo, intensifiquemos la inversión y nos modernicemos como es debido.
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