Lo que empezó hace unos
días siendo una revuela popular tras el presunto homicidio por parte de la
policía del ciudadano negro George Floyd se ha convertido, en apenas unos días,
en la
situación de seguridad más grave que se vive en el interior de aquel país desde
hace décadas, según muchas fuentes desde finales de los años sesenta,
cuando se produjo el asesinato de Martin Luther King. Cierto que brotes
violentos antirracistas se han dado a lo largo de los años independientemente
de quién presida el país, basta con pensar en Los Ángeles en los ochenta o en
Ferguson durante la presidencia de Obama, pero la situación ahora mismo es
distinta y, sobre todo, generalizada.
Esta noche se han
vuelto a repetir escenas de elevada violencia a lo largo del país, con decenas
de ciudades sometidas a toque de queda, que no ha sido respetado por muchos de
los manifestantes. En general la secuencia de lo que pasa cada día es similar.
Brigadas de ciudadanos se afanan por las mañanas en limpiar los destrozos del
día anterior en sus calles y comercios, y a lo largo de la jornada este trabajo
de enjuague se va mezclando con manifestaciones de duelo y protesta, pacíficas,
que surgen por casi todas partes. A medida que avanza la tarde las
manifestaciones adquieren más volumen y presencia, y se mantienen pacíficas, y
es cuando cae la noche cuando grupos de diversa índole optan por métodos
violentos y la policía responde, y ya sabemos cómo se las gasta la policía en
aquel país, siendo la oscuridad el caldo de cultivo de escenas de violencia
desatada en zonas que nunca hubiéramos imaginado, como los mismos alrededores
de la Casa Blanca, dejando un reguero de destrucción que, por la mañana,
empieza a ser limpiado, y vuelta a empezar. Es importante destacar que, en su
inmensa mayoría, los que protestan lo hacen de manera pacífica, y que son
muchos lugares en los que no sólo la comunidad negra, sino ciudadanos de todo
tipo de color de piel, los que acuden a manifestarse. En numerosas localidades
cuentan con el apoyo de cuerpos de policía locales y de otros grupos de las
fuerzas de seguridad, y son muchas las escenas de uniformados que clavan su
rodilla en el suelo al paso de los manifestantes, mostrando asís su solidaridad.
También es cierto que un grupo de esos manifestantes es violento y que, al
calor de lo que está pasando, el pillaje y el aprovecharse del caos es una
conducta que se da en ciertos individuos que asaltan comercios y lo que se
tercie en medio de la marabunta. En este sentido debemos tener todos siempre
las cosas muy claras. Ni una duda a la hora de apoyar a la familia de George
Floyd y al movimiento que lucha contra la discriminación de los negros, y
ninguna duda tampoco a la hora de condenar la violencia, los ataques y todo
tipo de actos vandálicos, se produzcan por parte de manifestantes o de
aprovechados. La violencia deslegitima la protesta, sea cual sea esta, suceda
donde suceda, y es obvio que el deseo de venganza de algunos ante la injusticia
que ha sufrido Floyd ha desatado instintos de rabia peligrosos y difíciles de
encauzar. La familia del fallecido ha sido la primera en solicitar calma y en
recalcar que la imagen de su fallecido, el recuerdo a lo que ha pasado, no se
puede cimentar en actos de violencia desatada, que fue un acto de violencia por
parte de la policía lo que, presuntamente, causó la muerte de su allegado, y
que una respuesta violenta sería igualmente injusta y contraproducente. ¿Será su
voz escuchada en medio del vendaval de ruido y furia que corre ahora
descontrolado por aquella nación?
Una de las razones por
las que esta crisis parece más grave que las vividas anteriormente es por quién
esta presuntamente al mano del país. Trump, alguien de conocidas veleidades
supremacistas, ve con pánico como la pandemia y esta revuelta socavan sus
opciones electorales, que es lo único que le preocupa. Obligado como estaría a
lanzar un mensaje de unidad y tranquilidad a la nación, que luego podría ser escuchado
o no, de
momento sólo ha insultado a los gobernadores, tachándolos de inútiles, y
amenazando con la presencia del ejército para pacificar las calles de una vez.
Que él pueda tomar decisiones en medio de este desastre es uno de los motivos
para estar más que preocupado ante lo que vemos.
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