Con
las últimas prórrogas del estado de alarma se pudo ver un incipiente giro en la
política nacional que puede tener continuidad, o no, en función de cómo se
desarrollen los acontecimientos. De hecho han sido dos las cosas que han
resultado políticamente interesantes durante el llamado proceso de desescalada.
Una es la disminución de la bronca política, que llegó a hacerse irrespirable
en un determinado momento, inflamando parte de las calles. En ese instante Vox
y Podemos, dos fuerzas extremistas, rupturistas, populistas y tan parecidas
como aparentemente opuestas dominaban el discurso, y lo convertían en algo
bronco, sucio, evitable. Parte de esa ira se ha suavizado y sus protagonistas
devaluados.
La
otra cosa interesante es el viraje de Ciudadanos, o más bien su intento de
rentabilizar los diez escaños que tiene en el Congreso tras la debacle de las
elecciones de noviembre. La trayectoria de Ciudadanos se estudiará en las
escuelas de política, de cómo logrando en abril de 2019 un resultado espectacular
su dirigencia, con Albert Rivera a la cabeza, naufragó, emborrachada de
aspiraciones. Como en la escena clásica de la Odisea, Rivera oyó el tentador
canto de las sirenas que le decían que superaría al PP, y se lanzó al agua
embriagado por el mensaje. Y ahí se ahogó, políticamente hablando. En noviembre
ciudadanos quedó laminado, perdiendo cuatro quintas partes de su representación
electoral, y desde entonces estaba noqueado, como no podía ser de otra manera.
El arranque de la legislatura, con el pliegue total del PSOE a las exigencias
de Podemos y Esquerra le dejaba a los de Arrimadas, ya sola en el liderazgo,
sin alternativas. Pero llegó la pandemia y lo cambió todo. A medida que se
hacían necesarias nuevas prórrogas del estado de alarma y que el gobierno
perdía apoyos el papel de Ciudadanos empezó a aparecer como uno de los
relevantes, y en un momento dado Arrimadas decidió arriesgar, y ofrecer sus
votos al gobierno para una de las prórrogas en las que ya estaba claro que sus
socios de investidura se comportaban como los insaciables chantajistas que son.
Esta decisión provocó reacciones de todo tipo, y sonoras críticas, tanto desde
el entorno de los socios nada fiables como desde las propias filas de
Ciudadanos, que vio como personas significativas que aún se mantenían desde la
etapa anterior, como Juan Carlos Giraulta o Marcos de Quinto dejaban escaños,
cargos y militancia, opuestos a las decisiones de Arrimadas. Desde medios
afines al PP se han dado muchos palos a Ciudadanos por esta postura y esos
palos han ido a más a medida que otras prórrogas han salido adelante con su
voto y que empieza a vislumbrarse un posible acuerdo a futuro de presupuestos
en el que los votos de Ciudadanos serían decisivos. Las críticas de esos medios
inciden mucho en el papel de tonto útil que representan Arrimadas y los suyos,
y el favor que le hacen a un Sánchez a quien lo único que le importa es él
mismo y su supervivencia personal. Desde los medios afines al gobierno se alaba
en letra pequeña el gesto de Ciudadanos y se les mira con displicencia, después
de haberles criticado con saña en el pasado por todas sus decisiones, y como el
partido es pequeño y carece de influencia mediática no he visto a ninguna
cabecera que respalde su postura y apenas algunos columnistas que alaban lo que
Arrimadas está tratando de hacer. Si con cincuenta escaños no había periódicos
de Ciudadanos, con apenas diez ni les cuento lo que renta apoyar desde una
tribuna escrita a esa formación.
¿Acierta
Arrimadas con su estrategia? Está por ver, es arriesgada e incierta, pero creo
que es la única viable que le quedaba. Lo que es seguro es que la estrategia
anterior le sumió en el desastre y algo tenían que hacer para recuperar como mínimo
una cierta relevancia. Si lo que ahora hacen se traduce en una pérdida de votos
y escaños lo veremos en el futuro, pero es obvio que, viniendo de donde vienen,
o se mueven o desaparecen, y que el gran desastre ya se produjo en noviembre.
Desde las dos orillas políticas y mediáticas se ataca a la formación porque,
aunque no son muchos, sus votos y escaños serían importantísimos si se unieran
a uno u otro bloque en unos futuros comicios, son golosos tanto para PP como
para PSOE. De momento Arrimadas muestra tener olfato y ha logrado cabrear a
Esquerra lo que, como dice el portavoz Edmundo Bal, es síntoma de que algo
estarán haciendo bien.
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