Ayer, a primera hora de
la tarde hora española, la
cápsula tripulada Dragon se acopló a la Estación Espacial Internacional
tras menos de una jornada desde que despegó de la plataforma de lanzamiento de
Cabo Kennedy, impulsada por un cohete Falcon9. Con una tripulación formada por
dos astronautas, Robert Behnken y Douglas Hurley, se trata de la primera misión
tripulada estadounidense que sale de territorio de EEUU desde la supresión del
programa de los transbordadores, en 2011, y lo ha hecho, pese a llevar los
logotipos de la NASA, desde un cohete y nave privados, desarrollados por una
empresa ajena a la agencia espacial. Todo en esta misión es realmente
histórico.
La trayectoria de SpaceX en el desarrollo de la carrera
espacial cuenta ya con un historial que la sitúa, por derecho propio, en los
libros de historia. Lo que parecía una aventura disparatada por parte de su
dueño, el excéntrico multimillonario Elon Musk, se ha convertido en la
principal empresa privada desarrolladora de tecnología aeroespacial del mundo,
y líder en innovación en todos los campos en los que ha decidido lanzarse. Dejó
a todos asombrados cuando, hace años, anunció que iba a reutilizar sus cohetes,
haciendo que aterrizara la fase principal de los mismos cuando acabaras sus
vitales minutos de impulso inicial, y nos sigue dejando de piedra cada vez que
vemos como su tasa de recuperación de esos cohetes es altísima. Gracias a ello,
y a otras innovaciones, ha reducido notablemente el coste de cada lanzamiento y
se ha convertido en el más competitivo de los lanzadores que existen en el
mundo de los satélites, habiendo provocado la mayor bajada de precio en el
proceso de puesta en órbita vista en décadas, y cada uno de sus futuros proyectos
se ha ido viendo cada vez con menos escepticismo a medida que se iban
alcanzando nuevos logros. Superó a Boeing ampliamente al ser la primera en
desarrollar la Dragon como una cápsula capaz de llevar suministro a la Estación
Espacial de manera autónoma, y cuando anunció que el diseño de la cápsula era
compatible con un uso tripulado a mucha gente se le puso en la cara una sonrisa
nerviosilla, una especie de “ojalá” y “venga ya” mezclado. Desde que el último
transbordador aterrizase, hace ya nueve años, sólo las naves rusas Soyuz eran
capaces de mandar seres humanos al espacio, por lo que todas las tripulaciones
de relevo de la Estación han salido en esas fiables y avejentadas naves previo
pago de una buena suma de dinero al gobierno de Putin, que durante todo este
tiempo ha gozado de un monopolio absoluto en lo que hace a la astronáutica
humana. El plan de EEUU para dotarse de lanzadores tripulados propios tenía a
la NASA en el centro de su estrategia, como no podía ser posible, pero como
operadora de los vuelos, no como desarrolladora de naves, un matiz
trascendental. La reducción de presupuestos a la que ha sido sometida la
agencia espacial norteamericana le obligaba a centrarse en pocos proyectos, uno
de los cuales, la construcción de un lanzador propio, el SLS, lleva un
considerable retraso, por lo que se abrió la posibilidad a que contratistas
privados, supervisados por NASA, desarrollasen lanzadores y naves para ser
usadas por astronautas de la agencia. Boeing y SpaceX fueron las empresas que,
muy por delante de otras, se lanzaron a su particular carrera en la búsqueda de
su propia nave, pero la empresa de Musk partía con una enorme ventaja, que ha
ido ratificando a cada paso. Hace pocos meses Boeing no lograba que su cápsula
automatizada de suministros atracara en la Estación, cosa que la Dragon de Musk
había conseguido ya en numerosas ocasiones, y de mientras se preparaba en detalle
el lanzamiento tripulado que tuvo lugar ayer. El logro del equipo de Musk es
enorme.
¿Se abre la puerta a la
privatización del espacio y a los viajes masivos? Sí, pero tampoco con
exageraciones. Subir a una persona a los 400 kilómetros de altura a los que se
encuentra la estación sigue siendo una aventura muy peligrosa en la que muchas
cosas pueden salir mal y que requiere un enorme trabajo de planificación, pero
lo cierto es que, no sin incidencias, Musk y los suyos han ido cumpliendo las
promesas que se han puesto como retos de una manera bastante ajustada a los
plazos anunciados, por lo que si sigue el millonario soñando con viajes a la
Luna es probable que en pocos años veamos circunvalaciones tripuladas al satélite.
Aterrizar es otra cosa, y Marte ni les cuento, pero soñar sigue siendo posible,
y Musk parece que es capaz de hacer realidad algunos sueños. En tiempos
oscuros, celebrémoslo.
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