jueves, junio 11, 2020

Curvas y rebrotes


De momento, que se sepa, el brote detectado en el hospital bilbaíno de Basurto afecta a veinticinco personas entre personal médico y de limpieza del centro, pacientes y visitantes. Ayer falleció uno de ellos, en lo que es el primer muerto fruto de un nuevo contagio no vinculado con el de la gran onda epidémica. El trabajo de los llamados rastreadores debe de estar siendo muy intenso desde hace un par de días en Bilbao, para saber exactamente quiénes contactaron con alguno de los infectados en días pasados y así acotar en lo posible la extensión de este nuevo foco de enfermedad. Acotarlo es condición necesaria para impedir su expansión.

Mucho estamos hablando de la vuelta a la normalidad, llamándola nueva cuando queremos decir rara, o directamente mala, pero poco nos estamos fijando en el escenario que supondría la existencia un rebrote que nos hiciera retroceder algunos de los pasos andados en estas semanas. Los países en su conjunto se han lanzado a desescalar en una carrera frenética por ver quién es el que lo abre antes todo, pero el proceso en el que nos hemos embarcado está lleno de riesgos y posibles sorpresas desagradables. A día de hoy nada garantiza que el proceso de reapertura no pueda verse detenido por nuevos focos infecciosos que escapen del control de las autoridades. Hay puntos a favor de cara a evitar que esto suceda. El mayor es que no nos pilla de improviso, sabemos lo que ha pasado, gran parte de la población está concienciada y actúa con responsabilidad, y eso ayuda a evitar propagaciones masivas. El uso de la mascarilla actúa como barrera defensiva de primer orden, y aunque es cierto que se ve a mucha gente que no la usa, muchísima más lo hace, y una mascarilla, especialmente en espacios cerrados, es una “X” que elimina al sujeto de ser vehículo de propagación del virus, por lo que todos los procesos de contagio que se puedan dar debieran ser más atenuados de lo que vivimos en marzo. Sin embargo no todo es positivo. El saber que el virus sigue ahí es una mensaje de persistencia negativo que puede dinamitar la moral de las sociedades, que no son capaces de mantener una tensión permanente de lucha y advertencia durante mucho tiempo. Es inevitable el relajamiento porque la tensión sostenida genera un estrés que es malo en sí mismo. Un rebrote, si se diera, aunque fuera de menor dimensión, tendría enormes consecuencias económicas y sociales por el mensaje de fracaso, de retroceso que supondría. Todo el esfuerzo realizado hasta ahora ha dado frutos, sí, pero podría parecernos que se han desperdiciado por completo si las cifras empiezan a subir nuevamente. La moral social quedaría gravemente golpeada, y eso sería un factor muy difícil de manejar por una dirigencia política que, en su gran mayoría, ya ha mostrado a las claras su incompetencia frente a este enorme problema. El problemón económico que supondría un rebrotes sería inimaginable, entre otras cosas porque aún no somos capaces de calibrar en toda su dimensión el agujero económico en el que nos ha metido el brote inicial y sus consecuencias. Ver previsiones económicas estos días es asistir a bailes de cifras que arrancan en -10% de PIB, y de ahí hacia abajo, y se supone que hemos dejado atrás lo peor en todos los sentidos. La sola idea de que, aunque fuera menor, un nuevo bache, o montículo de enfermos, nos espere en semanas o meses, me resulta pesadillesco.

Ahora mismo tres naciones muestran curvas epidémicas con mal aspecto. Nuestro vecino Portugal, ejemplar en la gestión de la pandemia (qué lección nos ha dado) tiene un rebrote en Lisbóa y la gráfica de infectados se ha convertido en meseta a un tercio de altura de lo que llegó a ser la cresta de la ola, sin descender. EEUU empieza a mostrar una gráfica similar a la portuguesa, con mayor altura de la meseta a la que se está empezando a dar un estancamiento, e Irán, uno de los que empezó antes este horrendo proceso, ya tiene una figura de doble pico de infectados, en lo que es un rebrote con todas sus letras. Toca ir viendo los datos día a día, no bajar la guardia y rezar para que nada se descontrole. Nos lo jugamos todo.

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