No es un delito enamorarse, si acaso un milagro, y ni les cuento si resulta correspondido, puede que sea el mayor de los milagros que uno es capaz de imaginar. Esto debiera ser algo tan obvio como para no provocar discusiones, pero la realidad muestra que todo es susceptible de ser interpretado de una manera retorcida. La iglesia basa su fe, o es su deber, en el amor al prójimo y a Dios sobre todas las cosas, de tal manera que propugna una especie de enamoramiento colectivo entre los hombres y de todos ellos con el Dios encarnado. Las lecturas del evangelio se pueden ver de muchas maneras, pero una es comprobar como los discípulos caen rendidos ante el maestro y, tras revelárseles como lo que realmente es, el Espíritu Santo les colma, como una versión arcaica de Cupido que les atravesase con la flecha del amor divino.
Por eso, que Xavier Novell, obispo de Solsona, se haya enamorado de una mujer y ha ya pedido la dispensa de su cargo eclesial no deja de ser algo humano y propio de su sentimiento. El reglamento de la iglesia, discutible, dice que uno no puede ser sacerdote y amar a una mujer, aunque el evangelio explícitamente señale que la incompatibilidad real está entre adorar a Dios o al dinero. Dada la norma de la religión católica, Vendrell no podía compatibilizar su amor a Dios, que es lo que en teoría le llevó al sacerdocio, con el cariño a una mujer, y ha escogido. El caso ha generado revuelo, porque no es habitual que un sacerdote lo deje por una mujer, al menos oficialmente, aunque tampoco es tan raro. Varios factores en esta historia han aumentado el morbo de los medios de comunicación y del púbico, que se ha encontrado de pronto con una historia atractiva y con muchos factores como para hacer chistes y tertulias. Vendrell era el obispo más joven de España y de los más jóvenes del mundo, supongo, dada la edad media de la jerarquía católica. De gran perfil mediático en la Cataluña a la que adoraba por encima de casi todas las cosas, se había distinguido por combinar un discurso teológico duro, una visión social y sexual retrógrada, un independentismo militante de constante lacito amarillo y una obsesión por la presencia del diablo en la vida, habiéndose especializado en exorcismos, eso que sirve para hacer películas de miedo y coña pero que, entre usted y yo, no es sino una pachanga bastante cutrosa. Veía Novell al diablo en bastantes sitios, especialmente entre los divorciados, los gays y, claro, los españoles, sobre todo entre estos últimos, practicasen las relaciones íntimas de una manera u otra. Elevado a los altares del independentismo sociológico como el prelado de la futura república independiente, el que ahora esa estrella haya dejado el alzacuellos por una mujer, que escribe novelas de corte erótico satánico, ha sido para muchos un golpe demasiado duro. Sólo lo hubiera superado dejando los votos religiosos por un escritor o, si me apuran, por un ciudadano de otra CCAA de España, fuera en este caso el objeto del amor hombre o mujer. Lo que empezó como una noticia menor, la renuncia del obispo de Solsona a su cargo por razones personales se ha convertido en un culebrón con suficientes toques picantes como para que no dejen de salir noticias sobre Novell y su novia, que se llama Silvia Caballol, que a sus 38 años es bastante más joven que el camino de ser exobispo, y que según algunas fuentes, le asesoró en el pasado en rituales exorcistas promovidos por Novell, cuando era obispo y nadie sospechaba de su estado mental al hacer semejantes cosas. Ahora, parte del obispado de la ciudad, que se ha quedado sin jefe, dice que es Novell el que ha sido aducido por el diablo y quieren practicar un exorcismo sobre su persona, lo que eleva aún más el grado de incredulidad de la historia y demuestra que si el amor vuelve locas a las personas no son pocas las que ya están muy taradas antes de que el más mínimo sentimiento a los demás anide en su alma.
La oficialía católica no dice nada sobre este caso, lo que contrasta con su locuacidad sobre otros temas. Es interesante que, los que crean en exorcismos, no vieran la posibilidad de practicarlos en el pasado, cuando jerarcas de purpurado cardenalicio llevaban a un dictador bajo palio, o cuando durante décadas monseñores del País Vasco y resto de España han apoyado y defendido la causa de una banda terrorista asesina o, ya en nuestros días, cuando no pocos prelados, como era el caso de Novell, se apuntaban con fervor a una causa independentista basada en el racismo y el odio al que se considera inferior. Todo eso sí es coquetear con lo más parecido que uno pueda imaginar al diablo, pero no, hay no hubo exorcistas escandalizados.
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