Hace unos meses vimos una minicarrera espacial privada entre magnates para alcanzar el espacio por sus propios medios y abrir la puerta al turismo espacial, que sería gestionado por sus empresas. Virgin Galactic, de Richard Branson, lo hizo mediante una nave lanzada desde un avión, que se acercaba a los 80 kilómetros de altura. Blue Origin, de Jezz Bezos, lo hizo con una nave lanzada por un cohete que se separaba a gran altura de su lanzador y, por inercia, llegaba hasta los 100 kilómetros de altura. Todos ellos al borde de lo que se considera el espacio. Ambas misiones fueron exitosas, aunque se investigan algunos desvíos en la trayectoria de regreso de la nave de Branson, y tuvieron mucha atención mediática.
Más de uno se preguntó que estaría pensando Elon Musk de todo esto, el dueño de SpaceX, empresa que ha revolucionado el mundo de los lanzamientos espaciales y que está al borde de ser la auténtica rival de los programas espaciales tripulados nacionales. Musk también anunció que se apuntaba a la carrera del turismo espacial, pero a su estilo, dejando a todos los demás como si fueran pequeños aprendices del gran maestro Elon. Su misión privada consistiría en el lanzamiento de uno de sus cohetes reutilizables Falcon con la cápsula Dragon Crew, ya probada en misiones de relevo de tripulación de la Estación Espacial, con un pasaje compuesto por cuatro civiles ajenos al espacio, sin ningún tipo de piloto o astronauta experimentado entre los viajeros, y lo que ofrecería su viaje no es un pequeño salto al borde del espacio exterior con unos minutos de ingravidez, no, sino una señora misión espacial de tres días, tres, orbitando La Tierra a unos quinientos kilómetros de altura, una órbita algo más alta de la que ocupa la Estación Espacial, de tal manera que esos ciudadanos privados serían, qué cosas, los humanos que más lejos llegarían a estar de La Tierra desde el fin de las misiones espaciales de los Apollo, dado que la órbita baja de la Estación Espacial es la que ha sido usada por todas las naves tripuladas desde entonces y el conjunto de estaciones espaciales que, desde el Skylab a la Mir, la actual estación internacional o la china que está en desarrollo han sido construidas. La oferta, cuando se presentó, suscitó dudas por su ambición, e incluso incredulidad, supongo que, con algo de envidia, por parte de exastronautas, que veían como el desquiciado Musk amenazaba con poner su nivel de viajes espaciales a la altura de excursiones, ofreciendo a unos experimentados algo que no estaba al alcance de las agencias espaciales nacionales. Musk no cambió su oferta y se presentaron muchos candidatos para completar la tripulación, en la que el dinero y el simbolismo han sido las principales vías para poder acceder a la misma. El estreno y uso operativo de la cápsula Dragon por parte de los astronautas norteamericanos en sus misiones de ida y retorno a la Estación Espacial mostró a todo el mundo que la tecnología de SpaceX era capaz de llevar tripulación, ponerla en órbita, mantenerla allí un tiempo y hacerle regresar sana y salva a La Tierra, cumpliendo el cometido del contrato que firmó con la NASA y, de paso, abriendo la puerta a que su oferta de turismo espacial “de verdad” fuera algo más que unos bonitos PowerPoints y dinero de ofertas. El éxito de la cápsula Dragon ha permitido a EEUU volver a tener autonomía a la hora de poner astronautas en órbita, algo que perdió tras la retirada de los transbordadores, y ha hecho que SpaceX se haya convertido en el más fiable de los contratistas que tiene ahora la agencia espacial norteamericana, sobre todo frente al desastre que está suponiendo Boeing, uno de los más veteranos suministradores de naves y equipos, que también tenía que diseñar una cápsula tripulada y que, a día de hoy, tras varios intentos, no ha logrado que su prototipo, que hizo un viaje de prueba no tripulado, supere un sinfín de contratiempos y problemas.
Esta noche SpaceX ha procedido al lanzamiento de la misión turística, denominada Inspitarion4, en un proceso que se ha desarrollado a plena satisfacción, sin el más mínimo incidente. Los cuatro tripulantes ya están en el espacio de verdad y ahora tienen unos días para vernos como casi nadie lo ha hecho nunca. Como Musk es un genio no sólo de la ingeniería, sino también del marketing, ha suscrito un contrato con Netflix para que la plataforma ruede una serie con el proceso de entrenamiento de la tripulación y el momento del lanzamiento y el conjunto de la misión. Como verán ustedes, esto del espacio se puede convertir en todo un negocio. Ad astra per pecunio, que quizás dirían los clásicos
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