Sí, pocas cosas imaginables faltaban para que la actualidad de este año superase a todo lo imaginado. El listón en enero se puso muy alto, con unos extremistas con cuernos asaltando el Capitolio en Washington y una nevada sepultando Madrid, pero a la realidad le gusta superarse. Al poco de empezar el año tuvimos un enjambre sísmico en la zona de Granada Santa Fe, seguro que alguno de ustedes se acuerda, que genero mucho miedo entre la población y alarma por lo que pudiera llegar a pasar. Los movimientos causaron noches de pánico y de estancia al raso, y no pocas grietas en viviendas y otros edificios, pero como vinieron, los temblores se fueron. Ya en su momento los expertos advirtieron que estos procesos no son predecibles.
El fatídico 11 de septiembre, hace apenas una semana, se puso en marcha un nuevo enjambre sísmico en la zona de cerro viejo, en la parte sur de la isla canaria de La Palma. Esta isla, la segunda más joven del archipiélago, posee paisajes propios de las películas de aventuras, con enormes barrancos y cortados cubiertos de vegetación, y es el resultado de dos procesos eruptivos, uno, el principal, que crea toda la zona norte, es la caldera de Taburiente, un enorme cono volcánico desplomado en su flanco suroeste, y otro, en la zona sur, fruto del volcán de cumbre vieja, de menor tamaño, pero mucha mayor actividad. Los sismos que empezaron el sábado 11 adquirieron regularidad e intensidad a lo largo de la semana, y mostraban una clara tendencia a ir disminuyendo de profundidad. Para los expertos la cosa estaba clara, una enorme masa de magma presionaba desde la profundidad de la tierra, intentando salir, y eso generaba una tensión en la superficie. El proceso de deformación de la zona sur de la isla iba a más a lo largo de los días, y la posibilidad de que se produjera una erupción a corto plazo aumentaba. Dado que estos procesos se pueden intuir pero no prever, se decidió por parte de las autoridades la activación del plan ante erupciones que existe en el archipiélago, el llamado Pevolca, y comenzaron las reuniones de los técnicos y responsables políticos con los habitantes de la zona previsiblemente afectada, parte sur y orilla oeste de la isla. El sábado, con movimientos cada vez más superficiales, se decidió que era conveniente evacuar de algunos municipios a las personas dependientes, con movilidad reducida y, en general, las más vulnerables, por si acaso. Fue una decisión muy acertada, porque estos fenómenos avisan, sí, pero son traicioneros, y las cosas pueden ser inminentes y no darse o ser tranquilas y, de repente, desatarse sin control. Ayer por la mañana se produjo un movimiento de intensidad superior a tres con una profundidad de apenas un kilómetro, lo que se parece mucho en vulcanología a una cuenta atrás antes de la puesta de largo de la erupción. Y así fue esta vez. Pasadas las tres de la tarde hora canaria, las cuatro peninsular, en una anodina tarde de domingo nacional, una columna de humo y cenizas se elevó al cielo desde Cumbre Vieja y anunció, con gran estrépito, que el volcán se activaba tras cincuenta años desde su última erupción. El nerviosismo cundió entre la población de los núcleos cercanos, localidades pequeñas, eminentemente agrarias, y con bastante población dispersa, y los planes de evacuación que habían sido puestos en marcha el día anterior se aceleraron, de tal manera que para la tarde noche de ayer era unas cinco mil las personas que habían sido desalojadas de sus casas y conducidas a polideportivos y centros similares de localidades mayores, alejadas de la actividad eruptiva, como Tazacorte o Los llanos de Adeje. Afortunadamente no se ha producido incidencia alguna en el proceso de desalojo y, a esta hora, podemos decir que el balance de la erupción es nulo en lo que hace a muertos y heridos, lo que es todo un logro. Los planes de aviso y desalojo han funcionado correctamente y la profesionalidad de todos los implicados en ellos ha sido muy reseñable, y digna de todo elogio.
No se puede decir lo mismo, obviamente, del balance material de la erupción. Desde ayer la presión magmática ha rajado la montaña en, parece en este momento, ocho puntos en los que se produce la expulsión de lava de manera violenta pero, afortunadamente, no explosiva. Ríos de colada bajan lentos y densos por la ladera de la montaña camino al mar, a un paso de anciano caminante, pero imparables, arrasando viviendas, propiedades, campos de cultivo e infraestructuras, sin que se pueda hacer nada para evitarlo, salvo seguirlo al minuto para saber si esta o aquella vivienda, o ambas, serán destruidas. El espectáculo del volcán es hipnótico, pero para los habitantes de la zona supone la ruina total, la destrucción de su entorno y propiedades. Y es imposible saber cuánto tiempo la actividad volcánica seguirá y hasta dónde llegarán sus efectos. Toca esperar y, asombrados, ver.
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