Esta semana comienza el curso escolar en la mayoría de las CCAA y tramos educativos, y con la vuelta a las aulas en el tercer curso de la pandemia se consolida el descenso de casos asociados a la quinta ola de coronavirus, que ha sido de las más intensas en lo que hace a positividad detectada. Vamos a ver qué efecto tiene el mundo educativo en la propagación del virus, pero lo sucedido el curso pasado, que fue uno de los pocos éxitos en esta historia, nos hace albergar esperanzas. Muchos pensábamos que el cierre de colegios iba a ser una cascada y no, los casos se dieron, pero muy pocos. La escuela fue de los pocos frentes que sí supo combatir al virus.
La característica fundamental de esta quinta ola de Covid ha sido el efecto que la vacunación ha tenido en los datos de mortalidad. Con días en los que el número de positivos superaba los 20.000 con facilidad, la mortalidad obtenida con unas tres semanas de diferencia se ha situado muy por debajo de lo que ha visto en olas anteriores. Si el entorno del 2% era lo que los datos arrojaban hasta entonces, lo que nos hubiera llevado a registros medios del entorno de los 400 muertos diarios semanas después de registra esas cifras de positivos, en esta quinta ola no ha habido día en el que se hayan superado los cien fallecidos, lo que es, dentro del desastre, una excelente noticia, porque toda vida no perdida es un éxito en la lucha contra la enfermedad. Esta evolución de los datos, esta reducción en la letalidad, se ha dado no sólo con incidencias elevadas, sino también con alto grado de ocupación hospitalaria, especialmente en algunas CCAA como Cataluña, que han visto sus hospitales volviendo a escenarios de demanda similares a los que se vieron tras la mortífera ola navideña, pero nuevamente, con una supervivencia mucho más alta. Y este éxito parcial se debe a la vacunación. La semana pasada alcanzamos la cifra del 70% del total de la población del país inmunizada plenamente contra la enfermedad, con lo que se llama la pauta completa de vacunación. Ese porcentaje es de prácticamente el 100% en personas de más de 70 años de edad y a partir de ahí cae hasta alcanzar valores reducidos, pero ya importantes, en adolescentes. La velocidad de la vacunación en España es de las más altas del mundo, y estamos situados entre los diez países que mayor cuantía de su población tienen cubierta, lo que puede considerarse todo un éxito colectivo. La aparición de la variante delta, ya totalmente predominante en nuestro país, hace que el objetivo de la inmunidad de grupo se encarezca, de tal manera que del esperado 70% de cobertura que se estimaba para la transmisibilidad de la variante originaria nos vayamos a cifras del 90%. Como si se tratase de una carrera con trampa, la meta parece moverse y alejarse a medida que nos acercamos a ella, lo que aumenta el agotamiento de la sociedad, que sigue corriendo en esta maratón infinita. ¿es factible alcanzar ese porcentaje de inmunización? Sí, aunque va a costar lo suyo, sobre todo porque ahora mismo en Europa no hay aprobada una vacuna para menores de 12 años. Dado el envejecimiento que se vive en nuestras sociedades, es mucho más fácil que, sin cubrir a los menores de 12 años, se esté cerca del cubrimiento del 90% en países como el nuestro que en naciones como, pongamos, las latinoamericanas, en las que el grupo de población infantil es mucho más alto respecto a su población total. El que Asturias, la CCAA más envejecida de España, fuera la primera en alcanzar el porcentaje del 70% de cobertura no resultó ser ninguna sorpresa, y es casi seguro que allí el 90% se alcanzará antes que en Murcia, donde la tasa de natalidad es bastante más alta y, por tanto, el grupo de los menores de 12 años pesa más sobre el conjunto de la población.
Es de esperar que, en poco tiempo, la agencia europea del medicamento valide los resultados de las pruebas que Pfizer y Moderna realizan en la población menor de 12 años para dar validez a la vacunación en esa franja de edad. Es importante vacunar a los niños, no tanto por lo que les pueda proteger de la enfermedad, que les afecta muy poco, sino sobre todo para evitar que se conviertan en reservorio de la misma, para que no se infecten entre ellos y permitan que el virus se expanda o mute, pudiendo así perjudicar al resto de la población. Limitar la transmisión es una vía para confinar la enfermedad a su mínima expresión. Estamos ganando la batalla al virus, y eso es lo más importante. Y la vacunación es el arma definitiva para ello.
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