Se agolpan los temas en este agitado septiembre y toca escoger, así que vamos con algo importante y una casualidad nominal. Si recuerdan se montó un lío enorme hace meses con aquel megacarguero que bloqueó el Canal de Suez al atravesarse mientras lo cruzaba. El caso se solucionó tras mucho esfuerzo, y mostró entre otras cosas lo tirante y frágil que es la cadena logística que abastece el mundo, que ahora mismo vive sumida en una crisis por el exceso de demanda, al que no es capaz de hacer frente, con el consiguiente disparo de los precios de muchas materias primas y bienes de consumo. Aquel barco se llama Evergiven.
Pues bien, otro barco financiero, tirando de metáfora arriesgada, un enorme portaconedor de deudas, créditos y devengos llamado Evergrande está a punto de embarrancar en China, en lo que puede ser una de las mayores quiebras comerciales de la historia, y en un proceso que recuerda demasiado a los vividos en la crisis de 2008 2009 en nuestras tierras, todos ellos relacionados con el mundo inmobiliario. Evergrande es una promotora inmobiliaria de enormes dimensiones, una empresa china que trabaja en aquel país y que desarrolla complejos de viviendas centrados en el segmento de clase media alta. Desde hace ya meses corren noticias sobre problemas de liquidez de la compañía, derivados de las deudas contraídas y de la reducción de ingresos, problemas que si se extienden en el tiempo acaban generando una crisis de solvencia. El que la deuda acumulada de la compañía alcance la psicodélica cifra de los 250.000 millones de euros, algo más del 20% de nuestro PIB; es un indicativo del monstruo al que nos enfrentamos, y de su posible efecto de arrastre en caso de que caiga. Su historia no difiere demasiado de tantas otras conocidas en el pasado; empresa inmobiliaria que crece como la espuma al calor de los precios y demanda, que diversifica el negocio queriendo abarcar sectores que no conoce y que se apoya en una deuda creciente respaldada por nuevos proyectos inmobiliarios. Este círculo se convierte en vicioso desde el momento en el que el flujo de ingresos proveniente de las nuevas licencias y operaciones urbanísticas no es capaz de superar a los gastos de las inversiones llevadas a cabo, y la compañía debe empezar a recortar en algunos de sus segmentos de actividad para volver al equilibrio. Ese es el momento en el que la cordura aún puede evitar el peligro, pero la codicia suele triunfar, y la sensación de que los ingresos crecerán y que ya saldremos del apretón suele vencer en los consejos de administración de estas empresas, que están llenos de orgullo por lo mucho conseguido en poco tiempo. No se adoptan medidas restrictivas y las empresas se lanzan a una carrera desaforada para crecer aún más, buscando nuevas fuentes de ingreso, pero que sólo se traducen en incrementos de deuda y costes asociados, que engordan sin cesar hasta ser inasumibles. Les suena, ¿verdad? En España vivimos durante la burbuja muchos procesos de este tipo, que acabaron como suelen acabar habitualmente, en forma de estrepitosas y dañinas quiebras. La quiebra de una empresa es un drama para sus participantes, pero no llega más allá. La quiebra de enormes tinglados empresariales que arrastran a un sector puede ser un desastre lo suficientemente grande como para que la economía de una nación se suma en una crisis generalizada, y sectores que no tienen nada que ver con el quebrado sean arrastrados por el desplome de la demanda agregada nacional, sin contar con los efectos en el sistema financiero, que está imbricado con todos los agentes de una economía. Aquí vivimos las consecuencias de un desplome de ese tipo, en EEUU también, en Japón lo conocieron a finales de los ochenta. No es un caso raro, ni mucho menos.
La gran pregunta es si Evergrande va a quebrar, si es lo suficientemente grande como para que el estado chino la rescate y evite esa quiebra, el “too big to fail” que no se aplicó a Lehman Brothers, y si lo que allí pasa es un hecho aislado en una empresa enorme o el síntoma de un problema de fondo en el mercado inmobiliario que puede llevar a China a meterse en problemas que, como hemos visto, se han dado en otras muchas naciones y que, hasta ahora, aquel país y régimen ha logrado evitar. ¿Puede Evergrande ser el inicio de un derrumbe inmobiliario en China? Muchos han pronosticado que ese escenario se daría en aquel país, desde hace tantos años que se habrían arruinado por completo de haber apostado por la caída. Veremos a ver qué es lo que pasa y si esta inmobiliaria y su “Ever” de inicio también son capaces de causar una crisis global.
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