Guárdate de los idus de marzo, rezaba el augurio que escuchó Julio César antes de que un día como hoy, 15 de marzo, hace unos dos milenios y poco, fuera asesinado por una turba organizada, Bruto entre ellos. No se van a producir escenas similares en los acristalados despachos de las dos instituciones monetarias a las que nombro en el título, pero lo cierto es que en estos idus la sensación que va a rodea a sus gobernantes es la de sentirse acorralados, asediados, tomados como rehenes por una situación endiablada que convierte su trabajo, habitualmente muy difícil, en algo casi imposible. Están obligados a hacer dos cosas que, simultáneamente, son imposibles.
La quiebra de SVB ha disparado las presiones para que las autoridades monetarias frenen en su proceso de subidas de tipos de interés. Ese banco se ha hundido por recurrir a la venta de su sobrecargada cartera de bonos soberanos, que se han hundido en valor por las subidas de tipos de los bancos centrales. Estas subidas se han ejecutado para combatir la inflación, en un movimiento clásico de la política monetaria restrictiva. Subidas de tipos y reducción de balance son las vías convencionales por las que un banco central busca enfriar la demanda para así controlar los precios, en lo que es su función principal. Mucha de la inflación que ahora no tenemos no es de origen monetario, sino de problemas de oferta (guerra en Ucrania, problemas logísticos, sequías, etc) pero el banco central actúa sobre lo que puede, que no es el frente de Bajmut ni la gestión de los silos de contendedores de los puertos chinos. Los tipos se han disparado en poco más de un año y esto lo ha alterado todo, y SVB ha abierto la espita a los problemas financieros derivados de esa subida. El que este banco californiano sea el último en quebrar es algo que, en parte, depende de que el resto de entidades gestione muy bien sus carteras de bonos y la liquidez, y subidas adicionales de tipos aumentarán las pérdidas de balance de las entidades cargadas de bonos y disparará la probabilidad de que vuelva a pasar algo así. El euríbor, en su cotización diaria, ha caído con fuerza tanto lunes como martes, reflejando un movimiento que anticipa el fin de las subidas de tipos. Esto probablemente no impida que mañana el BCE suba el medio punto que casi todos esperamos y que la semana que viene la FED suba otro cuarto, pero las apuestas a que estas sean las últimas subidas se han disparado, cuando hace una semana, tras otro agresivo discurso de Powell, se empezaba a temer que la subida de tipos se prolongase mucho más en el tiempo y en intensidad. Para los hipotecados que los tipos no suban es una consecuencia maravillosa derivada de todo este marasmo, sí, pero al BCE no le importan los hipotecados, sino la inflación, y los precios no aflojan. Ayer se conocieron las cifras de España y EEUU. Las de allí no fueron muy malas, las de aquí sí. En ambos casos la subyacente se muestra fuerte y sin ganas de bajar, y eso es lo que quita el sueño a las autoridades monetarias. Si no hay una recesión pronto, con un proceso sostenido de contención de la demanda que deje de presionar a los precios, el parar las subidas de tipos será visto como un gran error, y los gobernantes de las naciones verán como sus votantes les empiezan a odiar con mucha más fuerza ante una cesta de la compra que no afloja. Y si los bancos centrales deciden pasar de la presión de las entidades y se mantienen en sus trece de endurecer los tipos hasta que la inflación caiga, el riesgo de que se sigan “rompiendo cosas” y que nuevas quiebras afloren también aumentará, lo que sin duda tendrá costes para los políticos (que temen la palabra rescate más que un nublado).
¿Qué hacer? Los analistas están bastante divididos y una postura de consenso mínimo sería la de permitir las subidas que se esperaban para estas semanas de marzo y, a partir de ahí, esperar y ver, que las autoridades monetarias cambien su discurso y calendario de subidas anunciados y se muestren expectantes a la evolución de los precios y la solvencia del sistema financiero, y que se muevan en función de cómo respondan ambas variables. Esto es una manera de cargarse la “forward guidance” o pautas anunciadas, que otorgan credibilidad y certidumbre al mercado sobre la actitud futura del regulador, y nos deja en un escenario de aún mayor incertidumbre si cabe. Para el BCE y FED la situación actual es una absoluta pesadilla.
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