Aunque no me gusta el frío, se que es lo que tiene que hacer, y quejarse por ello es absurdo. Pocas cosas lo hay más que maldecir el tiempo que hace, inmune por completo ante nuestras palabras y maldiciones. Me aletarga este aire gélido y ese viento que lleva la sensación térmica aún más debajo de lo que ya se percibe al mirar los termómetros de la calle. Aun así tocas hacer cosas y no sirve de excusa lo mal que se pasa cuando se pone el pie en la calle y el frío te golpea. El estar arriba estos días, con frío húmedo y cubierto, ha sido aún más duro, pero daba la oportunidad de ver nieve, y eso es algo que no sucede todos los días, y tampoco los últimos inviernos.
Con la previsión de mi parte, y tras hacer algunos recados, subí el lunes 27 a uno de los barrios altos del pueblo, desde el que se divisa una bella vista hacia el sur, con el pueblo en el fondo del valle, con la esperanza de ver nevar. Algo había caído por la noche, pero poca cosa. Subí andando por un camino vecinal perfectamente asfaltado que es propicio para el paseo, a pesar de tener alguna rampa interesante, y llegué al punto que deseaba alcanzar con la esperanza puesta en la mete adversa, que ya me rodeaba en lo que hacía a temperaturas. Al poco de subir empezó a pasarse el efecto de calor que a uno le entra cuando asciende o camina realizando esfuerzos, y empecé a notar la temperatura que me rodeaba. El viento soplaba con ganas e, intermitentemente, caía, algunas bolitas de nieve, gránulos más pequeños que arroces, arrastrados por el viento, que soplaba con fuerza. En un momento dado las nubes se oscurecieron de verdad y empezó a caer una ventisca de nieve, en todo momento granulada, arrastrada por el viento. Como llevaba paraguas me protegía adecuadamente de cintura hacia arriba de lo que estaba cayendo, pero en la parte baja de los pantalones los granitos empezaban a apelmazarse. Ante mi, el pueblo y valle aparecía semicubierto por espesas nubes y se notaban las cortinas de nieve granulosa que iban siendo arrastradas por el viento. En las campas que estaban junto a mi podía ver cómo, con el tiempo, el aspecto se iba tornando blanquecino, muy poco a poco, pero ese efecto era indistinguible en la distancia con los rojos tejados de las viviendas del pueblo, que eran un testigo mucho más fiel del efecto de la acumulación de la nieve, pero que permanecían ocultos en su gran mayoría bajo el espesor de las nubes. En un momento dado en el que la ventisca arreció pude distinguir mejor el casco urbano, y el escaso efecto sobre él de lo que había caído. Con una sensación de frío intensa, y considerando cumplido el ejercicio de observador de los fenómenos naturales, emprendí el camino de descenso hacia el pueblo, en busca también de refugio y de algo caliente para recuperarme. En el descenso por el camino me pilló alguna otra ventisca, pero de menor intensidad, y no me supuso problema alguno. Al llegar a la zona de casas comprobé como eran los coches los que tenían una mayor presencia de nieve acumulada, pero, en general, el efecto era escaso. Gracias al viento la extensión de lo mojado por la precipitación era grande, y fachadas y laterales de los edificios aparecían empapados, pero la verdad es que, en el casco, la nevada no había dejado una huella apreciable. Intermitentemente seguían cayendo bolitas, pero se convertían en agua al tocar un suelo encharcado.
Ya a refugio, tomando café en un bar, dejando que el calor volviera a todo mi cuerpo, podía ver cortinas de nieve al otro lado de los cristales, dejando una estampa bella como ella sola, e igualmente hostil cuando uno se la encuentra sin refugio. Apenas cuajaba, pero la imagen era al del puro invierno que todos llevamos grabada en nuestro recuerdo, lo hayamos vivido o no. Realizado el descanso y avituallamiento, salí del bar rumbo a casa, para hacer algunas cosas. No sería hasta pasado el mediodía del lunes cuando los copos granulados tornaron a copos esponjosos, más húmedos y, entonces sí, la nevada lograría cuajar y teñir el pueblo de blanco. En este 2023 he visto nevar y he pisado nieve en las calles de Elorrio.
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