Uno de los muchos sitios que tengo pendiente de visitar es Florencia. Entre las innumerables obras maestras que allí se encuentran está el David de Miguel Ángel, una enorme estatua de mármol expuesta en la galería de la Academia. Es uno de los puntos culminantes del renacimiento italiano, que entre otras cosas, supuso un redescubrimiento no sólo de las técnicas y estilos del clasicismo griego y romano, sino también la puesta en el centro de la expresión artística de la figura humana, con sus proporciones, órganos y atributos. El hombre de Vitrubio de Leonardo Da Vinci ejemplifica al ser humano como el canon de la proporción.
No sólo arte surgió en la Florencia renacentista, también oscurantismo. Savonarola es el ejemplo perfecto del intolerante que, fanatizado, logra hacerse con el poder y arrasa lo que encuentra a su paso. Fraile dominico, aprovecha el estado corrupto de la gobernanza de los Medici para, con un discurso centrado en la ejemplaridad y el castigo a los poderosos, imponer su propio régimen de terror. Y lo logra parcialmente, llegando a ser durante un breve tiempo la máxima autoridad de la urbe. Durante su dominio una de las cruzadas que emprende es contra el nuevo arte renacentista, degenerado, obsceno a sus enfermos ojos. Savonarola clama contra esas pinturas y esculturas que exhiben cuerpos desnudos, posturas obscenas, situaciones de ofensa a Dios y a la moral. Organiza aquelarres públicos en los que, con la excusa de destruir posesiones que los ricos de la ciudad habían acaparado, sirven para lanzar a la pira obras de arte que odia por encima de todo. Supongo que esas escenas no diferirían demasiado de las vistas en los años treinta en la Babelplatz berlinesa y otras localizaciones, con arengas nazis alentando a la turba a arrojar al fuego libros y creaciones anti arias. El reinado de terror de Savonarola cayó, él mismo fue conducido finalmente a una hoguera y sus cenizas se esparcieron por el río Arno para que lo que quedaba de sus seguidores no las utilizaran como reliquia. La calma volvió a la ciudad y el gobierno retomó su patrocinio de las artes, la corruptela generalizada y las conspiraciones típicas de los Medici, que han dado el sibilino sentido que tiene a la palabra “florentino”. Entre las obras que han llegado desde entonces a nuestro mundo el David destaca por su tamaño, precisión y por haberse convertido por sí mismo en un icono de la época y de lo que entendemos por belleza clásica. Siglos después de su creación, el nombre de Miguel Ángel Buonarroti es universal y el de Savonarola no le suena a muchos, siendo generoso. La historia ha sido justa en este caso y ha ensalzado a quien se lo merecía y condenado al olvido a quien sólo creo dolor y destrucción, pero a lo largo del tiempo, allí, aquí y en todas partes, los humanos demostramos que es mucho más fácil crear Savonarolas que Miguel Ángeles. Para lo primero sólo hace falta fanatismo, ansia de poder y, si me apuran, un cierto grado de inteligencia para sacar rendimiento a la maldad. Para lo segundo se requiere genialidad, que por definición escasea, enorme capacidad de trabajo, sacrificio, entrega, dedicación absoluta y algo de suerte. Los muchos Savonarolas de nuestros días se agazapan en las redes sociales y las utilizan para dictar sentencias instantáneas ante todo lo que suceda, a buscar en la masa gregaria la fuerza que no tienen sus argumentos, pero sí emana de su dogmatismo. Sin embargo, en la vida fuera de las redes también abundan los censores y emuladores de estos personajes. Hace unos días una profesora de arte de EEUU, del estado de Florida, tuvo que dimitir de su puesto, y dejar su colegio, por mostrar en clase imágenes del David. Los padres de algunos alumnos, al saberlo, pusieron el grito en el cielo, alegando que esa obra es pornografía, y que era totalmente inapropiada para ser enseñada a sus hijos o a cualquier otro. La presión fue de tal calibre que la profesora optó por huir y dejar su trabajo, en medio de la indefensión total por parte de autoridades educativas y la indignación de todos aquellos que hemos conocido la noticia. ¿Todos? No. En ese colegio de Florida, por ahora, los Savonarolas han triunfado
El ayuntamiento de Florencia ha decidido dar un premio a esa profesora en reconocimiento a su labor y, supongo, como desagravio ante lo que ha vivido. Bien por la institución municipal, pero este suceso, lamentable, muestra que la intolerancia que se vivió en los tiempos en los que la obra se creaba sigue con nosotros, y de hecho se ve reforzada por el enorme altavoz que las redes sociales otorgan a los descerebrados que, en su ignorancia, sólo ven el mal donde no lo hay. La historia, como antes señalaba ha juzgado y dejado claro quién es el triunfador de la contienda, pero nos corresponde a nosotros, en nuestro mundo y tiempo, seguir trabajando para que los Savonarola que no dejan de surgir no lleguen a causar daños. Y también, ya puestos, buscar a algún Miguel Ángel, que no nos vendría nada mal en este mundo tan clónico y grisáceo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario