Es inevitable que, ante la noticia de la quiebra de un banco norteamericano, surja el espectro del pasado y un fantasma llamado Lehman Brothers se nos aparezca a todos en la mente. No es que el recuerdo de la pasada crisis financiera esté cercano, no, es que aún no se han corregido todos los problemas que originó aquel colapso, que supuso un auténtico parteaguas. Lo primero que hay que suponer es que, dado que aquella crisis fue enorme, es poco probable que se produzca una de dimensiones similares, por el mero hecho de que, aunque posible, es muy difícil que a alguien le toque dos veces el gordo de la lotería.
SVB no es Lehman, pero la probabilidad de que genere un “evento Lehman,” siendo baja, no es cero. La situación de las finanzas globales, privadas y públicas, no es la misma que en 2008 y cada crisis tiene sus particularidades que la hacen diferente y especial, afectando más a unos sectores que a otros. SVB es un banco bastante más pequeño de lo que era Lehman, mucho menos interconectado en el sistema financiero global, muy de nicho en lo que hace a su negocio y de un tamaño mediano en el conjunto del sistema norteamericano. Era una entidad centrada en el capital riesgo, usado para financiar emprendedores del valle californiano y no un banco global dedicado a la intermediación financiera. El contagio que puede generar su derrumbe es más por el miedo que a todo el mundo le surge al ver ahorros comprometidos que por las participaciones cruzadas u operaciones en las que SVB haya podido estar implicado con las entidades del resto del mundo, que son casi inexistentes. El nerviosismo es lógico, pero dice la teoría que no debiera ir mucho más allá. Las autoridades norteamericanas han decretado medidas extraordinarias de liquidez que, por su volumen, debieran ser capaces de frenar la marcha de depositantes de otras entidades, y el peligro corporativo se encuentra más en la mediana y pequeña banca estadounidense que en las entidades sistémicas, de allí y de aquí. Eso no quita para que el golpe que ayer sufrieron las bolsas de todo el mundo no fuera doloroso, o muy doloroso, con un Santander cayendo un 8% o el Sabadell el 12%, por no irse muy lejos. Si las cosas transcurren como es de esperar, el problema de SVB se puede acabar encapsulando en el sistema financiero norteamericano y convertirse en una tormenta que no llegue a desembocar en un huracán. Lo que sí es cierto es que allí muchos van a tener que dar explicaciones serias sobre lo que han hecho, y lo que han dejado de hacer, para llegar a este punto. No había analista financiero español que, a lo largo del fin de semana, viendo el balance del SVB, expresara su asombro ante la desproporción de la cartera de títulos de deuda que acumulaba y el enorme peligro que eso suponía en un entorno de tipos al alza como el presente, y todos decían no entender cómo el regulador, la FED, no había expresado objeción alguna al respecto. Términos como “irresponsabilidad”, “conducta suicida” o, directamente, “incompetencia” se dedicaban sin cesar a los responsables del banco californiano ante lo que han sido decisiones de inversión claramente equivocadas ante la agresiva política de subida de tipos, que es el pan nuestro de cada día en los mercados desde hace un año. El que haya sucedido un desplome de este tipo es responsabilidad de los gestores de la entidad, sí, pero también de un regulador que, o no ha hecho lo que debía o no se ha enterado de lo que tenía ante sus narices. La presión política sobre Powell, el responsable de la FED, que ya antes era elevada en el contexto de subidas presentes y anunciadas de los tipos de interés, ahora se va a convertir en asedio por parte de los políticos en EEUU, que ya ven en su figura a uno de los que va a tener que comparecer ante medios y comisiones legislativas para explicar este desaguisado, y hacerse responsable de los costes que todo esto pueda generar. El daño a la credibilidad de la FED y el condicionamiento que esto suponga a sus políticas de lucha contra la inflación sí puede ser un efecto de alcance global que nos afecte a todos.
Donde sí que esta quiebra es un terremoto enorme es en el ecosistema emprendedor de Silicon Valley. Acostumbrados a la entrada de dinero sin muchas preguntas, emprendedores de todo el mundo han conseguido amasar fortunas con negocios de todo tipo, algunos exitosos, otros no tanto, muchos rentables antaño, otros sufrientes ante la deuda acumulada y los tipos al alza. Varias empresas tecnológicas se han quedado pilladas en el derrumbe de SVB y el miedo que este suceso va a causar, unido al encarecimiento del crédito y la deuda, van a ser un duro golpe para el ecosistema del valle, poco acostumbrado a tener que sufrir. Ahí sí que los efectos de SVB pueden ser duraderos y graves. En el resto del mundo, por ahora, precaución, sangre fría, y confianza en que las medidas consigan apaciguar los contagios.
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