Probablemente ustedes no sabían que existe un banco en California llamado Silicon Valley Bank. Lo cierto es que yo me enteré hace algo más de una semana, cuando su cotización, que tiene como etiqueta la sigla SCB, empezó a derrumbarse en la bolsa norteamericana entre rumores de problemas. Para un banco los rumores son algo peligroso, dado que la confianza es un elemento esencial en su extraño modo de hacer negocios. Finalmente el SVB quebró y fue intervenido por los reguladores el viernes para evitar un pánico que ya empezaba a extenderse por otras entidades, de allí y de aquí.
El SVB es un banco algo especial, muy centrado en la financiación a innovadores y empresas emergentes de la zona más famosa del mundo para albergarlas. Las operaciones principales de ese banco no eran hipotecas o créditos al consumo, como la banca comercial, o cobros por gestión de fondos y operaciones corporativas, sino líneas de crédito a empresas y, sobre todo, a grupos de capital riesgo (Venture Capital) que utilizaban la entidad como plataforma para poder operar. Decenas de miles de millones de dólares estaban en el balance del banco destinados a esas operaciones, y son muchas las empresas tecnológicas del valle que operaban con él para su financiación recurrente, el pago de nóminas y, en general, para proyectos de inversión a largo plazo. La quiebra de la entidad deja a todas estas empresas ante un evidente riesgo de insolvencia y extiende el fantasma de cuáles van a sobrevivir y cuáles no. La causa de la quiebra es doble; una, propia de la entidad, es la manifiesta mala gestión que han ejercido sus responsables de los fondos y recursos bancarios, con una forma de comportamiento que se aleja mucho de los estándares de calidad bancaria que se estilan en el resto de entidades y que, desde el derrumbe de 2008, se exigen sí y también a todo el que opera en el mercado financiero. Ahí la FED, el regulador norteamericano, va a tener que dar muchas explicaciones sobre cómo se le ha podido escapar del radar la supervisión de esta entidad que, siendo de tamaño medio, no sistémico, no era precisamente un chiringuito de cuatro amigos. La otra causa, más generalizada en el conjunto de la banca, y que esta quiebra ha destapado, son las pérdidas latentes de la cartera de bonos que las entidades atesoran en sus balances, bonos adquiridos en su mayor parte durante estos últimos años de tipos nulos o negativos, que ven perder su valor ante la actual subida de tipos. Esto es peligroso, porque tengo en balance algo escrito como que vale 100 pero que realmente vale 40 o 50, pero no tiene por qué causar problemas si dispongo de otros recursos para obtener liquidez o capital. El problema está en si se pilla los dedos y, sin otra cosa de la que tirar, el banco recurre a la venta de algunos de esos bonos. Entonces es cuando esa pérdida se convierte en realidad y el agujero en el balance crece y crece. Los bancos, para evitar este problema, que conocen, no acumulan bonos a lo loco, y menos en época de tipos muy bajos, porque en algún momento subirán, pero los gestores de SVB transformaron gran parte de sus depósitos en carteras de bonos, llenando hasta los topes sus balances de ellos, e incurriendo en un riesgo que se ha mostrado letal cuando la entidad ha tenido que recurrir a ellos. Las pérdidas se han hecho efectivas y la entidad se ha hundido. Es esta causa común al resto de entidades la que siembra más miedo, porque todas tienen pérdidas latentes fruto de las compras de bonos realizadas en los últimos años, y volvemos a estar ante un episodio de desconfianza colectiva sobre cuántos bonos devaluados sobrevivirán en los balances de las entidades ¿Les suena de algo? Lo que a lo largo del jueves y viernes se convirtió en la mayor quiebra bancaria en EEUU en bastantes años se ha transformado, el fin de semana, en un manojo de nervios globales sobre sí este episodio nos puede poner ante otra crisis financiera como la vivida en el pasado.
A priori, la respuesta es no. Los balances de la banca son ahora mucho más sanos de lo que lo eran en 2008, y la supervisión más efectiva, pero el riesgo cero no existe. La FDIC, que es como el Fondo de Garantía de Depósitos de allí, garantiza saldos a los depositantes de hasta 250.000$ aunque en ese banco los que tenían cuenta poseían volúmenes mucho mayores por las citadas operaciones de capital riesgo, así que habrá quitas, pérdidas, y dolor. Las autoridades federales llevan dos días lanzando mensajes de tranquilidad (ay ay ay) y negociando con otras entidades privadas para tratar de subastar lo que queda de la entidad y que no se produzca un efecto contagio. Confiemos en que así sea pero, en todo caso, esta semana será muy nerviosa en los mercados.
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