A
las nueve de la mañana de hoy el INE publicará el dato de crecimiento
trimestral de la economía española en el segundo tramo del año, meses de abril
a junio. El uso del término crecimiento en la anterior frase es una convención,
porque la duda del dato que conoceremos en breve no es su signo, sino su
magnitud, y más bien si está va a ser horrenda o más. Ayer se conocieron los
datos equivalentes de Alemania, -10,1% y de EEUU, -32,9%. Hoy hace una semana
el EUSTAT, instituto vasco de estadística, estimaba para la economía vasca una
contracción del 20%. Como verán, cifras disparatadas, inmensas, históricas,
nunca vistas. A los pocos minutos de que salga el dato se nos van a acabar los
adjetivos para medirlo. Y luego sólo quedará el daño.
Destrucciones
de PIB de esta magnitud sólo se observan en países en guerra, en economías de
naciones sometidas a bombardeos, y aún así es realmente difícil alcanzar datos
que reflejen, como en el caso estadounidense, una destrucción de un tercio del
valor. Lo que estamos viviendo con la pandemia es histórico, pero lo que vamos
a vivir en nuestras economías no lo será menos. La española, muy dependiente
del sector servicios, con el turismo y aledaños como uno de sus principales
sectores productivos, se enfrenta a una contracción que bien pudiera estar en
ese entorno, y que no tiene comparación alguna con cifras del pasado. Bajadas
de esta dimensión lo descolocan todo. Deshacen las cuentas públicas, en las que
ingresos y gastos están muy condicionados por la evolución del ciclo económico,
y que habrán sufrido caídas en su recaudación y excesos en los gastos muy por
encima d las abultadas variaciones que pueda marcar el propio PIB. Las
expectativas de hogares y negocios, que ya están totalmente condicionadas por
lo sucedido y lo que pueda pasar con la evolución de los brotes, sufrirán con
la publicación de un dato que lo único que va a hacer es reflejar lo que sea
vivir de puertas para dentro durante los meses de confinamiento y tímida
apertura posterior. Estadísticas como a de la EPA y su millón de empleos destruidos
son la forma numérica de medir las colas del hambre que han proliferado en
nuestras ciudades o la eliminación de comercios que cada día se extiende por
las calles. Frenazos en la inversión como nunca antes se han visto se darán en
empresas, entidades financieras y particulares, provocados por el desplome de la
demanda que se vive y por la total incertidumbre que se vive ante un futuro que
se mide en días, en número de infectados y en sensaciones sobre si habrá nuevos
confinamientos y de qué dimensión serán. Tras cifras como las del PIB de hoy se
miden realidades, hay personas, hay proyectos, familias, negocios, ilusiones.
Cierto es que el PIB es una herramienta que tiene fallos a la hora de medir lo
que sucede realmente en nuestras economías, pero si las pegas que se le ponen se
suelen suavizar cuando registra fuertes ascensos sería infantil destacarlas en
exceso cuando se desploma hasta abismos nunca vistos. Con sus más y sus menos,
estas bajadas nos están contando la derivada económica del desastre sanitario
que hemos vivido, derivada que viene con retraso y que durará bastante más de
lo que pueda ser el problema del virus, suponiendo que las vacunas funcionen en
unos meses y que para el verano que viene podamos estar diciendo adiós a esta
pesadilla vírica. Los destrozos en el tejido productivo que genera una situación
como la actual son mucho más duraderos y difíciles de atajar que la enfermedad.
Es algo así como la larga convalecencia del enfermo que, sí, se ha curado, y
sale de la UCI, pero que tardará mucho en volver a ser algo similar a lo que era.
El tiempo necesario para, recuperada la estabilidad sanitaria, volver a un
crecimiento normal, es desconocido.
Nuestras
economías saldrán transformadas de esta crisis. Como mínimo, mucho más
empobrecidas y digitalizadas. La caída de rentas que vendrá después de este
desplome de PIB será generalizada, y todos tendremos que renunciar a sueldos e
ingresos que hace unos meses considerábamos estables, porque no habrá con que
pagarlos. La recuperación de los sectores económicos será muy desigual, a
ritmos muy distintos y está por ver si algunos llegarán a tener la dimensión
que alcanzaron antes de la pandemia. Y aunque en un futuro, ya sanos, las
calles vuelvan a la vida, muchos locales comerciales no lo harán, arrasados por
las deudas y las compras por internet, que seguirán creciendo. El dato de hoy
mide un destrozo, y anticipa un futuro.