lunes, julio 06, 2020

En defensa de Vicente Vallés


Este fin de semana Vicente Vallés, periodista de Antena 3 y presentador de su informativo diario de las 21 horas, ha sido objeto de ataques por parte de Pablo Echenique, alto cargo de Podemos, partido que cogobierna en España. La táctica de Echenique es la de siempre, la del señalamiento de todo aquel que no se considera afecto a los lemas y proclamas de la formación morada. No es muy novedoso que se produzcan ataques de este tipo, pero sí lo es en España que procedan de formaciones políticas que ejercen poder del gobierno, que no son minoritarias o extraparlamentarias, no, sino que sientan a compañeros suyos en el Consejo de Ministros, con poder para cambiar normas y tomar decisiones. Eso hace estos comportamientos aún más denunciables.

Lo que ha hecho Echenique con sus soflamas es algo tan viejo como ruin, que es señalar al mensajero para amedrentarle, para acallarle, para someterlo mediante el miedo al silencio, y si quiere hablar, a que diga lo que el poder quiere oír. En una sociedad libre, los medios de comunicación, y los ciudadanos en general, poseemos derechos, y uno de ellos es el de la libre expresión, de tal manera que podemos opinar lo que deseemos sobre lo que sucede a nuestro alrededor y apoyar al gobierno, oponernos a él o simplemente pasar de su existencia, lo que uno desee. Las formaciones políticas, que aspiran al poder y a que los ciudadanos les aplaudan permanentemente, tienen una difícil relación con la gestión de la libertad y los medios, y tratan siempre de influir en ellos. Partidos clásicos como PP o PSOE saben de la influencia que poseen los medios y tratan de hacerse con ellos. No contentos con contar con cabeceras de prensa que no dejan de adularlos sin cesar, cada vez que acceder al poder buscan, lo primero de todo, controlar los medios de comunicación públicos, convirtiendo a RTVE y a las corporaciones públicas autonómicas en altavoces de su propia propaganda, degradándolos en un ejercicio tan infantil como sucio. Pero aun así, estas formaciones poseen límites, sabe que hay barreras que no se pueden traspasar, cosa que no tienen claro partidos de otro estilo, como Podemos o vox. Es más, estas formaciones tienen muy grabado en su interior que las libertades de las que emanan derechos como el de la libre expresión deben ser cercenadas. En el totalitarismo en el que se mueve su concepción del poder, fruto de llevar hasta el extremo las ideologías en las que se basan, consideran que los medios no son sino otra herramienta de la sociedad que debe estar al servicio de ese fin ideológico, y que el poder debe someterlos hasta el extremo, para garantizar que la opinión que surja de esos altavoces, públicos o privados, sea la que el poder determine que debe ser. Sí, es la descripción de una dictadura, de un sistema de censura, de una estructura de purgas, de vigilancia y de seguimiento a los que se resisten a seguir el mensaje que el poder, omnímodo, dicta. Ese sería el sueño de sujetos como Iglesias o Abascal, y no esconden mucho su deseo de que así sea. En tiempos de pocos disimulos como los presentes respecto a las aspiraciones totalitarias, y de eufemismos ridículos con todo lo demás, organizaciones como Podemos, que recordemos están ahora mismo en el gobierno, mantienen un discurso totalitario en lo que hace a los medios y a los que periodistas. No se cortan un pelo a la hora de denunciar a personas, con sus nombres y apellidos, cuando consideran que los mensajes que lanzan no son admisibles (léase, les critican) y mueven masas en las redes sociales para presionar, vía insultos y coacciones de grueso calibre, a los que desde las esferas de la formación son señalados como no afectos, como culpables, como defensores del extremismo, como atacantes de la libertad. Sí, el típico ejercicio mafioso de señalar y amedrentar, y todo ello en nombre de los valores de la democracia. Orwell estaría orgulloso de lo aplicados que han salido estos sujetos a los demenciales sistemas políticos que retrató en sus novelas.

Si uno mira el panorama global descubre, con pena, que lo que hace Podemos en España no es muy distinto a lo que ejercitan personajes como Orban en Hungría o Trump, el gran acosador, que desde la Casa Blanca día sí y día también insulta y amenaza a aquellos que denuncian su actitud y ejercicio del poder. ¿Acaso hay diferencias entre lo que desgrana Trump contra todo lo que no sea la Fox y lo que ha hecho Echenique contra Vicente Vallés? En efecto, se parecen como las dos gotas de agua totalitarias que son. Malos tiempos vivimos para el ejercicio de la libertad de prensa, entre el desplome económico de los medios, el ruido incesante de las redes y el acoso de los políticos que se creen dioses y que no son sino sombras de pasados dictadores.

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