Apenas
hace un par de horas, en torno a las seis de la mañana, se
ha alcanzado un acuerdo histórico en Bruselas sobre el fondo de lucha contra
los efectos de la pandemia, tras una maratón de más de cuatro días que,
llegadas a las 21 horas de ayer, superaba el récord de la cumbre más larga
hasta la fecha, la que en su momento alumbró el tratado de Niza. Por momentos
el acuerdo ha estado muy lejos, porque todo el rato se ha palpado la tensión
que se ha abierto entre dos bloques de países, los llamados del sur, que nos
incluye a nosotros, y los llamados frugales, partidarios de la austeridad y muy
opuestos a la existencia de transferencias directas a otras naciones a cambio
de nada. Estos bloques recogen sensibilidades políticas diversas y, me temo,
han venido para quedarse.
Habrá
que ver con detalle cuáles son los términos concretos del acuerdo, pero por lo
que ya se sabe la cuantía total del fondo se mantiene en los 750.000 millones
de euros que se inscribieron en la propuesta inicial. Lo que ha cambiado
bastante es la estructura de dicho fondo. Se partía de una propuesta de la
comisión en la que la mayor parte del dinero, unos 500.000 millones serían
transferencias directas, dinero entregado a las naciones afectadas por el
desastre pandémico, no teniendo por tanto que ser devueltos, mientras que el
resto, 250.000 millones, serían créditos a bajo interés, que sí se devolverían.
El grupo del sur ha tratado de mantener esa proporción todo lo posible,
mientras que los frugales la han ido recortando poco a poco, y aumentando las
exigencias que se esconden debajo de un proceso de transferencia no
condicionada. Cualquiera que trabaje en asuntos relacionados con fondos
europeos sabe que la condicionalidad es algo inherente a dichos fondos, que Bruselas
da ayudas, sí, pero reglamenta de manera estricta cómo, en qué y a qué
velocidad se deben ejecutar los proyectos que darán derecho a esas ayudas, y
que todo está sometido a una montaña de controles y verificaciones por parte de
organismos, tribunales, auditorías y el sumsum corda de inspectores. Por eso,
el debate que se planteaba estos días en los medios sobre la “condicionalidad o
no” de las ayudas me parecía a mi la típica discusión de cuñados que,
sinceramente, no tienen ni idea de lo que hablan. Del acuerdo de esta noche se
deduce que, por supuesto, habrá condicionalidad, pero no una troika inspectora
como las asociadas a un rescate del MEDE, y que habrá transferencias directas,
pero no los 500.000 millones planteados inicialmente, sino 390.000, lo que es
una reducción significativa. Todo lo que no es transferencia ha pasado a ser crédito,
y eso hace que el importe final que reciba cada una de las naciones de ese
fondo tenga, probablemente, una proporción similar con respecto a cada una de
las dos tipologías de ayuda. En paralelo se ha acordado también el Marco
Financiero plurianual, que no es otra cosa que los presupuestos de la UE para
los próximos siete años, que son los que dan soporte a políticas como la PAC o
la cohesión, por nombrar las dos más relevantes. El importe de este marcos es de
1, 074 billones de euros, que es menos de lo que pedían muchos estados, y menos
que el marco que vence en este año 2020, pero más de lo que reclamaban otras
naciones, no solo las frugales. ¿Cómo se financia todo esto? El marco
plurianual se obtiene a través de las formas clásicas de financiación, basadas
en las aportaciones de las naciones europeas al presupuesto comunitario en
función de su renta y PIB. Este es el primer marco que se alcanza tras la
salida de la UE del Reino Unido, contribuyente neto, por lo que es lógico que
el importe global sea menor, que a todos nos toque pagar un poco más y que
naciones como la nuestra pasen, probablemente, de ser receptores a
contribuyentes. Es lo que hay. El fondo contra la pandemia se financiará principalmente
mediante emisiones de deuda de la Unión, emitidas por la Comisión, respaldadas
por impuestos propios de tipo medioambiental, en lo que es una revolución,
parecida a eso que se ha dado en llamar eurobonos, y que no es un momento
Hamilton, como muchos han dicho, pero que sí se le parece.
Lo
fundamental de todo este lío, siento la chapa de artículo que me está quedando
hoy para los no versados en estos temas, es que ha habido un acuerdo y que la
UE está respondiendo a una velocidad fulgurante frente a un enorme problema,
aprendiendo de los errores de la gestión de la crisis pasada. Ahora el gobierno
de cada nación tratará de vender ante sus opiniones públicas que ha salido
vencedor del acuerdo, cuando es evidente que todos han renunciado a posiciones
que se consideraban líneas rojas, pero es este un juego habitual en política,
lleno de propaganda barata, al que no debiéramos hacer mucho caso. El acuerdo
en sí mismo tiene un enorme valor. Eso es lo principal.
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