El
coronavirus nos robó la primavera y, al paso que va, logrará arrebatarnos todo
el año con su desgraciada presencia, pero fue en la estación del despertar
cuando su efecto fue absoluto, letal, y todo quedó suspendido. Eventos
privados, conmemoraciones, actos públicos… todo desapareció mientras el
confinamiento se extendía por doquier y la vida quedaba sumida a una quietud
entre las paredes de casa. Una de las muchas cosas que se quedó ahí, abandonada
en la nada, fue la conmemoración del día del libro, un 23 de abril, fecha para
la que la curva empezaba a bajar pero los muertos diarios aún se contaban por
centenas. Se propuso aplazarlo al verano, para cuando esto “ya hubiera pasado” y
se escogió, de julio, el mismo día 23. Hoy.
En
esta jornada se conmemorará tanto el día del libro como la festividad de Sant
Jordi, en una Barcelona en la que los rebrotes ponen contra las cuerdas a las
autoridades locales y empiezan a obligar a diseñar planes de contingencia
hospitalaria ante lo que pueda venir en semanas. No veremos Las Ramblas llenas
de casetas, autores y lectores, como no las vimos en el debido abril, porque la
distancia interpersonal, que entonces debiera llevar tiempo instalada entre
nosotros, se ha convertido en la compañera omnipresente de todos, y elimina el
concepto de multitud, de reunión. Las librerías harán horario especial y
descuento del 10% en sus ejemplares, con la esperanza de recuperar algo en esta
jornada de las ventas e ingresos que se han ido desde el inicio de la
pesadilla, y que para muchas ha supuesto la más absoluta ruina. El panorama que
la pandemia dejan en el sector del pequeño comercio es similar al de una ciudad
bombardeada, con unos supervivientes en medio de los escombros. Los locales
cierran agotados, sin caja alguna, y entre ellos las librerías viven lo peor de
todos los mundos, como todos aquellos negocios que no pueden instalar una
terraza para vender copas. Su ecosistema era ya débil antes de todo esto,
atomizado y luchando frente a gigantes de la distribución que han prosperado aún
más con la forzada explosión del cibercomercio. Muchas de ellas, pequeñas, de
barrio, vivían de la compra de los fieles del lugar, que ahora o no están, o no
salen o se han quedado sin ingresos. Con los salarios temblando y el desempleo
galopante la compra de libros se convierte en un accesorio casi de lujo cuando
uno tiene dudas sobre el estado de la despensa a partir de la segunda quincena
del mes. Es por eso que no pocas esperan hoy no ya arreglar sus cuentas, eso es
imposible, pero sí al menos frenar la sangría, conseguir un punto de apoyo en
el que poder respirar, un alivio en el duro puerto de montaña que están
atravesando para poder refrescar, aunque sea un instante, piernas, mente y
caja, y afrontar lo que queda de un año que, para todos, es lúgubre e incierto.
Por eso, mi recomendación de hoy es que compren libros, por supuesto, pero que si
es posible, lo hagan en esa librería que tienen cerca de casa, o la que ha
quedado que se encuentre más próxima. Las grandes cadenas venderán hoy muchos
libros, y otro tipo de productos, y todos ellos les permitirán también ir
manteniendo unas ganancias que están muy mermadas, pero para ellas este día sólo
es algo diferente, mientras que para la pequeña librería es una jornada
absolutamente especial, vital, excepcional. La usencia completa de turistas
provocará que los que acudan a las compras hoy sean los habitantes de las ciudades
y pueblos, los de siempre. Muchos de ellos conocerán al librero y sabrán de sus
alegrías, sus penas y pesares. Comprarle hoy un libro no es sólo, que también,
un acto de amor a la cultura, y un regalo personal a uno mismo y a quien
estemos pensando en dárselo, sino también un regalo a ese librero, a ese autor,
a toda la cadena de profesionales que hacen posible que los libros lleguen
hasta nosotros. Muchos de esos profesionales se encuentran ahora mismo en un
estado de precariedad y angustia difícilmente imaginable. Hagamos lo posible
para ayudarles, y lo mejor es, hoy, siempre, comprar libros.
Por
oferta no será, se sigue editando una barbaridad en España, y muchas de las
novedades que iban a presentarse coincidiendo con el original 23 de abril y la
señalada Feria del libro (ay, la feria, qué pena, te echo de menos) han salido
tras el confinamiento. Hay muchos libros sobre pandemias, virus y enfermedades,
porque lo que está de actualidad impone gustos, pero tienen ustedes, como
siempre, ensayos y novelas en grandes cantidades donde perderse, aprender y
pasar un rato excelente en compañía de lo escrito por sus autores. ¿Acaso hay
mejor plan para un caluroso verano que una apasionante lectura a la sombra de,
pongamos, unos infinitos juncos? Disfruten de sus compras, lean y déjense
llevar por las páginas.
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